Capítulo
6
Daniel
Daniel acomodó a Layla en sus brazos mientras
se lanzaba en una carrera alocada hacia sus habitaciones. El aire estaba
impregnado del olor de Layla y las lágrimas habían mojado su rostro.
Era la cosa más dulce que había visto
nunca, con el pelo al viento y su mirada firme.
La sostuvo más cerca de su cuerpo para darle
calor. Sin embargo, todo aquello no importaba en comparación con lo que estaba
a punto de hacer.
Ella le había pedido que la convirtiera,
e incluso después de revelarle las consecuencias que podía crear este lazo
entre ellos, Layla estaba segura de su decisión y no iba a cambiarla.
¿Estaba
haciendo lo correcto? Se preguntó por dentro. Temía
cometer un error o que ella se arrepintiera… ¿Qué pasaría si algún día quería
formar una familia o envejecer?
Aquellas cosas no le había importado a
él en su momento, ni después… pero en ese entonces tampoco había existido ella. Desde que la había conocido su
vida ya no era la misma, y mientras dejaban atrás el paisaje, rememoró los
primeros años de su vida y la diferencia entre las últimas semanas… Todo se había
amplificado, tanto su capacidad para amar, como su instinto de protección, que
ahora latía dentro de él en todo momento.
Ella se merecía ser feliz por encima de
todo, incluso si eso podía destrozarle el corazón a él. Por lo que debía
intentarlo… debía tratar de darle lo mejor, aunque algún día tuviera que verla
envejecer…
Supuso que hacerla cambiar de opinión no
sería tarea fácil y a medida que se acercaban más a sus habitaciones su
decisión se agrietaba.
Con un ágil y rápido salto se adentraron
en la terraza de su habitación. Antes de que Layla se recuperara hizo encender
las velas que coronaban el cuarto para que pudiera ver y la luz se alzó
majestuosa por la habitación.
El familiar y cálido resplandor la hizo
sonreír.
-Me encanta cuando haces eso…- Layla se
acomodó el vestido de un tirón y se volteó para enfrentarlo.
No quería arruinar el momento, pero no
podía dejar de pensar en lo que estaba a punto de hacer. Daniel se adelantó un
paso hacia su posición.
-Layla, amor… ¿Estas segura de que
quieres hacer esto? ¿Estás dispuesta a beber de mí?
Para convertirla en vampiro ellos debían
beber del otro. Según tenía entendido su sangre actuaría como un afrodisíaco,
lo que haría todo mucho más fácil para ella. Sin embargo, debido a que no
recordaba mucho de su propia transformación, lo que sabía era pura teoría y
Dios sabía lo que podría esperarles esta noche. Por otro lado, la sangre de
ella sería lo mejor que él habría probado, si era la mitad de buena que su
olor.
Sus colmillos se alargaron
irremediablemente, revelando su deseo. Y
ella lo sabía.
Layla
Layla caminó alrededor de la habitación deseando
deshacerse de su vestido en ese preciso instante. El calor procedente de las
velas la hizo sentirse como en casa, y mientras pensaba en la pregunta de
Daniel, acercó la mano a la llama que bailaba balanceante, iluminando con su
brillo la palma de su mano. Aún no sabía con exactitud el proceso que tendría
que llevar a cabo para convertirla, pero si de algo estaba segura era haber
tomado la decisión acertada, y sabía que a estas alturas no se echaría para
atrás.
No pensaba abandonar a un futuro más que
esperanzador con Daniel aún si existiera algún tipo de riesgo. Confiaba en el
completamente y sabía que las cosas saldrían bien.
Mientras miraba el cálido resplandor de
la llama decidió que estaba preparada para esto y para todo lo que conllevaba. Convencer
a su cuerpo de esa certeza era agua de otro costal, mientras sentía como un
nudo se instalaba en el estómago. Pero no dejaría que los nervios la
distrajeran. Tenía que hacer esto.
Pensándolo unos segundos, el asunto de
beber su sangre no le molestaba en lo más mínimo y se encontró a si misma
deseándolo.
-Haré lo que haga falta…- su vos llegó
hasta el extremo de la habitación donde se encontraba él.
Podía notar como sus músculos se
flexionaban bajo la camisa, y como su mandíbula se apretaba hasta que aparecían
huecos en sus mejillas. Sin embargo, a pesar de su respuesta física sus ojos
permanecía siempre cálidos y deseosos al mirarla.
A diferencia de otras veces, Daniel
caminó a paso humano a través de la habitación hasta situarse cerca de ella.
Examinándola, probándola. Layla lo miró directamente a los ojos, intentando
parecer segura y tranquila aunque por dentro sentía como si un huracán hubiera
explotado dentro. No tenía miedo a lo que pudiera pasar, no temía dejar su
pasado atrás. Sino era la impaciencia precisamente lo que la estaba matando. Lo quería
ahora.
-Si te convierto, estarás unida a tu
creador para siempre…
-Es lo que quiero- se apresuró a
declarar antes de que terminara de hablar.
-…y el vínculo será permanente. Siempre
sentirás una conexión especial conmigo.
Mientras ambas voces se mezclaban, Layla
tomó las manos de él en las suyas y las situó al rededor de cintura. El leve
contacto llevó calor por su cuerpo.
Cuando alzó la mirada, los colmillos de
él estaban expuestos bajo los llenos labios. Su expresión era una máscara de
concentración, y sus ojos permanecían fijos en sus labios.
-Layla, amor. Siempre sentirás un eco de
lo que yo sienta, incluso si alguna vez quisieras separarte de mí…- La última palabra fue pronunciada en un
susurro.
Layla se llevó las manos al cabello de
forma deliberada y comenzó a desenredar las trenzas, liberando las suaves ondas
sobre su espalda. Todo el tiempo sosteniendo la mirada de él. Cuando acabó,
juntó todo el pelo a un lado sobre su cuello, dejando el otro extremo de su nuca
libre ante la mirada firme de él.
Daniel se lamió los labios de forma casi
imperceptible. Casi
-Eso no va a ocurrir nunca.- afirmó
ella.
Casi le sorprendió la verdadera
comprensión de esas simples palabras, que en este momento significaban tanto.
Su vida podía cambiar a partir de esta noche, sin vuelta atrás. Y al
comprenderlo, su pecho se llenó de orgullo al darse cuenta, realmente, de la complejidad
de sus sentimientos hacia él y de estar lo suficientemente segura como para
tomar una decisión que cambiaría el rumbo de su vida de forma irreversible. No
es que no hubiera pensado en ello de forma detenida, pero ahora estaba poniendo
la cartas sobre la mesa en cuanto a sus sentimientos, y podía ver lo fuertes y
seguras que sus cartas se veían. Supo que así tenía que ser. No había otra
forma. – Quiero sentir lo que tú sientas en cada momento, y lo único que puede
detener mi decisión esta noche, es que tú no quieras hacerlo.
Se quedó callada esperando su respuesta,
intentando que su semblante no se perturbara en lo más mínimo aunque sabía muy
bien que por dentro las cosas no eran tan fáciles.
-Quiero. Es lo que más deseo, de una
manera en la que no creí posible antes de conocerte. Pero a mí nadie me
preguntó lo que yo quería para mi vida.
Simplemente sucedió, y quiero darte la oportunidad de pensarlo mejor.
Sus últimas palabras se arrastraban
roncas y sensuales mientras su voz se volvía ronca. Ella tragó saliva
preguntándose cómo proceder.
Daniel
Mientras se movía haca el escritorio,
pensaba en la forma en la que le cuello de ella había lucido un segundo antes,
tan suave…
Tragó salva mientras se esforzaba por
controlarse y centrarse en lo que estaba por hacer. Tomó el abrecartas,
mientras pensaba en que nunca imaginó que esta noche utilizaría la hoja para
esto.
No pudo evitar sonreír como un idiota
mientras caminaba de regreso donde estaba Layla. Ella lo miraba desconcertada
sin quitar la mirada de la reluciente hoja que él sostenía.
Tomó con la otra mano la parte superior
del cuello de su camisa, rasgando la costura hasta debajo de un tirón, hasta
sentir los músculos de su abdomen al desnudo. El sonido de desgarro solo hizo
que el silencio del momento se acentuara. La camisa desapareció un segundo
después, cayendo en el suelo con un sonido apagado.
Toda su concentración estaba puesta en
Layla, y pudo notar desde su vista periférica como las ondulantes velas se
agitaban en consecuencia a su propia “agitación interior”.
Vale
sí, como sea…
Rápidamente puso más atención en
estabilizarlas. Layla era ajena a todo, y él sentía como su mirada estaba tan
enfocada en él, que podría haber roto un cristal. Como un grito silencioso.
Como querer algo con tanto deseo, que esperas que ocurra en consecuencia a tu
ferviente ansia.
Sólo habían transcurrido unos segundos
cuando llegó hasta ella. Daniel se sentó en la cama y comenzó a desabrocharse
las botas con dedos ágiles. Un momento después se acomodó en el centro
de la cama, contra el impresionante cabecero. El abrecartas descansando en su
mano.
El silencio se instaló en la habitación,
la anticipación flotando espesa. Ambos trabaron sus miradas un momento, sin
decir nada.
Pudo oler lo nerviosa que estaba comenzando
a sentirse, asique con un gesto la atrajo más cerca mientras decía.
-Ven aquí, mi amor.
-Daniel, ¿Qué vas a hacer con eso?- Ella
elevó una ceja. Su voz sonaba suave y controlada pero podía notar la nota de
histeria en ella. Sabía que estaba nerviosa, pero deseosa por empezar, y su
ansia solo lo hacía sentirse más dichoso.
Y él no podía dejar de sentirse feliz
por la elección de ella. Aunque no se lo había dicho con total seguridad,
porque aquello podría haber influido en su decisión y esto sería algo que eligiera ella y solo ella.
-Es algo que prefiero mostrarte…
Layla
Es
algo que prefiero mostrarte.
Esas cinco palabras activaron un
mecanismo en su cuerpo. De repente lo quería así. Se movió hasta donde estaba
él y sus grandes brazos la ciñeron contra su suave pecho. Podía sentir el calor
de su cuerpo a través del vestido, y su propio calor interior creció
instantáneamente.
Su voz sonó solemne y seria cuando dijo:
-Mereces a alguien mejor. Alguien que
pueda darte hijos y una vida diferente – Ella notó como su voz se quebraba
hasta ser ronca y muy baja. Sabía que no le resultaba fácil pronunciar las
palabras que estaba declarando. Daniel acomodó un mechón de pelo detrás de su
oreja mientras la miraba detenidamente. Acarició su hombro y cuello mientras
decía -Eres tan hermosa, podrías tener al hombre que quisieras…
Yyyyyyyyyyyyy era su turno para hablar.
-Pero yo no quiero nada de eso. No hay
nada que tú no puedas darme o me hayas dado ya. No necesito una familia, si puedo
tenerte a ti.
Ni ella misma sabía de donde sacaba la
seguridad para seguir insistiendo. Quizás la antigua Layla hubiera pensado que
él estaba intentando deshacerse de ella o algo por él estilo. La inseguridad de
habría apoderado de ella. Pero no ahora. Ella sabía lo mucho que la amaba. Y
podía sentir el deseo fluyendo espeso por su sangre en este momento.
-Te quiero a ti.
Entonces Daniel la atrajo hasta su
rostro, pegando sus labios a los de ella en un beso insistente y preliminar. Su
boca se movía sensual y exigente contra la de ella.
-Y gracias al cielo por ello, porque no
sabría que hacer sin ti- susurró ferozmente mirando sus labios.
Daniel alargó el brazo hasta empuñar
nuevamente la hoja afilada y la acercó hasta un lado de su cuello, justo en el
lugar exacto donde latía su vena. El color miel de su piel se vio reflejado en
la cuchilla.
Ella no pudo evitar jadear al ver la
lámina tan cerca de su cuello. Justo cuando alargaba la mano para evitar que
hiciera nada temerario, intentó apagar el modo automático de su cerebro,
dándose cuenta de que estaba a punto de cortarse para que ella bebiera de él.
Detuvo la acción a la vez que él la tranquilizaba con la miraba. Estaba sereno
ahora, y completamente preparado. O eso esperaba.
Pero a la hora de la verdad la que
sentía ansiedad era ella. Lo miró fijamente, absorbiendo cada detalle y cada
movimiento.
Daniel ni siquiera perturbó su expresión
al cortar sobre su piel, y la aguda hoja hizo su trabajo eficazmente, abriendo
un corte limpio en su yugular.
Tal y como había dicho hacía un momento:
Es algo que prefiero mostrarte
Ella trató de no pensar en nada de lo
que haría a continuación. Esto era algo que quería probar, sentir su sangre.
Aunque no quería admitirlo ni en sus propios pensamientos.
Los diamantinos ojos de Daniel relucían
mientras las velas le daban un brillo sobrenatural que no había visto antes.
En el momento en el que ella lo miró,
sus colmillos se alargaron y la vista que contempló desde su posición lo hacía
verse más hermoso y sexy de lo que lo había visto nunca. Había asumido que
estaba en su naturaleza, pero mientras lo miraba ahora, con los refulgentes
ojos y los pétreos músculos de su espalda flexionándose mientras la esperaba,
sintió que no podía amarlo más de lo que lo hacía ahora.
Layla se acercó al corte preciso en su cuello sin pensar en nada más que el sabor de su sangre. Sin vacilar.
Nada la hubiera podido preparar para lo
que sintió cuando su boca saboreó la dulce sangre de Daniel. Espesa como el
vino, sintió el poder de su sangre pura recorrer todo su cuerpo. No podía
detenerse, ni pensar en otra cosa. El deseo creció dentro de ella mientras una
parte de su mente registraba el hecho de que Daniel había dejado caer la cabeza
hacia atrás mientras la sujetaba más fuerte contra él, incentivándola.
Mientras un gemido salía de su garganta,
sus uñas se clavaron en los hombros de él y bebió con más urgencia. Por más que
lo intentaba, no reconocía el característico sabor a cobre. Por el contrario,
su sangre dulce la impulsaba a seguir.
Pero algo faltaba. Él no estaba bebiendo
de ella, no todavía. En medio del frenesí que la recorría de arriba abajo se
las arregló para hablar.
-Daniel, bebe de mí. Déjame alimentarte.
Daniel, por fav…
Antes de que terminara de hablar sintió
como Daniel tomaba el control de su boca mientras su sangre se mezclaba ahora.
La besó apasionadamente y solo cortó el beso para mirarla de manera posesiva
pegando sus frentes juntas.
Sus labios manchados de escarlata se dirigieron
hacia su cuello tras unos segundos. Y la urgencia en la respiración de él la
hacía querer gritar por ese momento que tanto había esperado y que pensaba,
estaba fuera de su alcance.
Layla sintió una presión en el cuello,
la cual ignoró. Después del pinchazo vino lo demás. Había asumido que cuando
bebiera de ella principalmente le dolería, pero no le importaba porque quería hacerlo. Pero ni en sus mejores
sueños hubiera imaginado que, de hecho, fuera algo que se sintiera tan malditamente bien.
Los leves sonidos de succión de Daniel
la sumieron en una marea de placer que no conocía y de la que no quería salir
nunca, mientras la acomodaba de espaldas sobre la cama. Las frescas sábanas de
satén hacían que definitivamente odiara su vestido en ese momento y deseó que
Daniel rasgara la tela de un tirón.
Sin embargo, mucho más eficaces que sus
atropellados pensamientos, los rápidos y ágiles dedos de Daniel hicieron el
trabajo de desabrochar cada botoncito de la parte trasera del vestido en
segundos.
Ya comenzaba a sentir el poder que
comenzaba a fluir por su cuerpo, y el deseo y el placer se intensificaban con
cada minuto que pasaba.
Layla sintió su cómodo peso encima de
ella, y no pudo evitar sonreír. Daniel era pura masculinidad mientras la
miraban. Entonces la boca de él se dirigió hacía su oído y susurró:
-Déjame amarte.
Casi ni reconoció su voz, tan feliz y
completa cuando expresó la única posible respuesta.
-Siempre lo haré.