martes, 8 de abril de 2014

                                        Amelie



Mi pecho se siente extraño, siente que algo le falta. Mi corazón duele algunas noches, cuando presiente el vacío que realmente está ahí. No quiero decirle que te fuiste, no quiero que lo sepa. No quiero sentir el dolor de tu despedida otra vez. Ojala pudiera olvidarme de ti, ojala fueras tan solo uno más. La melodía suena una y otra vez en mi cabeza, trayéndome recuerdos olvidados de un futuro deseado. Pensé que ambos lo deseábamos. Y algunos días trato de convencerme de que todavía lo deseas. Yo hoy sigo adelante con mi vida, pero de una manera u otra no puedo dejarte a ti atrás. No puedo olvidarte… escucho tu grave voz, lo recuerdo. Sé que fue real, sé que los dos nos quisimos. El amor puede aparecer en cualquier momento, después de años o a partir del primer minuto. Lo sé porque me enamore de ti desde el primer día y no consigo seguir adelante sin ti. Mi inconsciente te compara, mi corazón no encuentra a alguien mejor. Él aún no sabe que ya no estás aquí... y que quizás nunca regreses. No entiende el profundo vacío que hunde mi pecho cuando pienso en ti… en lo lejos que estamos. Cada día que pasa intento no recordarte, simplemente no pensar, porque no sé qué solución buscar. Pero cuando me canso… me sumo en los recuerdos que tengo de ti, de tus brazos, de tus manos… de tu hermosa vos. De tu calor…

martes, 4 de febrero de 2014

Decepción.

La decepción llega rápido e inexorablemente. Las cosas empiezas, las cosas también terminan. Últimamente siento como si cada cosa que empezara en mi vida, está destinada a acabar de una forma u otra. Tengo que esperar a que pase, ser paciente. Sé que llegará, pero la pregunta es, ¿cuánto más se puede aguantar? quizás solo me rinda.


La decepción es intensa y fría y te encuentra sola. Las esperanzas guardadas simplemente se desvanecen, desaparecen y te sientes estúpida por haberlas tenido. La decepción tiene que ver con nuestra propia percepción. Porque nos dimos cuenta de la verdad que no queríamos ver antes, pero estaba ahí.



lunes, 2 de diciembre de 2013

El amor más intenso.





Capítulo 6


Daniel

Daniel acomodó a Layla en sus brazos mientras se lanzaba en una carrera alocada hacia sus habitaciones. El aire estaba impregnado del olor de Layla y las lágrimas habían mojado su rostro.

Era la cosa más dulce que había visto nunca, con el pelo al viento y su mirada firme.
La sostuvo más cerca de su cuerpo para darle calor. Sin embargo, todo aquello no importaba en comparación con lo que estaba a punto de hacer.
Ella le había pedido que la convirtiera, e incluso después de revelarle las consecuencias que podía crear este lazo entre ellos, Layla estaba segura de su decisión y no iba a cambiarla.

¿Estaba haciendo lo correcto? Se preguntó por dentro. Temía cometer un error o que ella se arrepintiera… ¿Qué pasaría si algún día quería formar una familia o envejecer?

Aquellas cosas no le había importado a él en su momento, ni después… pero en ese entonces tampoco había existido ella. Desde que la había conocido su vida ya no era la misma, y mientras dejaban atrás el paisaje, rememoró los primeros años de su vida y la diferencia entre las últimas semanas… Todo se había amplificado, tanto su capacidad para amar, como su instinto de protección, que ahora latía dentro de él en todo momento.

Ella se merecía ser feliz por encima de todo, incluso si eso podía destrozarle el corazón a él. Por lo que debía intentarlo… debía tratar de darle lo mejor, aunque algún día tuviera que verla envejecer…

Supuso que hacerla cambiar de opinión no sería tarea fácil y a medida que se acercaban más a sus habitaciones su decisión se agrietaba.

Con un ágil y rápido salto se adentraron en la terraza de su habitación. Antes de que Layla se recuperara hizo encender las velas que coronaban el cuarto para que pudiera ver y la luz se alzó majestuosa por la habitación.

El familiar y cálido resplandor la hizo sonreír.

-Me encanta cuando haces eso…- Layla se acomodó el vestido de un tirón y se volteó para enfrentarlo.

No quería arruinar el momento, pero no podía dejar de pensar en lo que estaba a punto de hacer. Daniel se adelantó un paso hacia su posición.

-Layla, amor… ¿Estas segura de que quieres hacer esto? ¿Estás dispuesta a beber de mí?

Para convertirla en vampiro ellos debían beber del otro. Según tenía entendido su sangre actuaría como un afrodisíaco, lo que haría todo mucho más fácil para ella. Sin embargo, debido a que no recordaba mucho de su propia transformación, lo que sabía era pura teoría y Dios sabía lo que podría esperarles esta noche. Por otro lado, la sangre de ella sería lo mejor que él habría probado, si era la mitad de buena que su olor.

Sus colmillos se alargaron irremediablemente, revelando su deseo. Y ella lo sabía.


Layla

Layla caminó alrededor de la habitación deseando deshacerse de su vestido en ese preciso instante. El calor procedente de las velas la hizo sentirse como en casa, y mientras pensaba en la pregunta de Daniel, acercó la mano a la llama que bailaba balanceante, iluminando con su brillo la palma de su mano. Aún no sabía con exactitud el proceso que tendría que llevar a cabo para convertirla, pero si de algo estaba segura era haber tomado la decisión acertada, y sabía que a estas alturas no se echaría para atrás.

No pensaba abandonar a un futuro más que esperanzador con Daniel aún si existiera algún tipo de riesgo. Confiaba en el completamente y sabía que las cosas saldrían bien.

Mientras miraba el cálido resplandor de la llama decidió que estaba preparada para esto y para todo lo que conllevaba. Convencer a su cuerpo de esa certeza era agua de otro costal, mientras sentía como un nudo se instalaba en el estómago. Pero no dejaría que los nervios la distrajeran. Tenía que hacer esto.

Pensándolo unos segundos, el asunto de beber su sangre no le molestaba en lo más mínimo y se encontró a si misma deseándolo.
-Haré lo que haga falta…- su vos llegó hasta el extremo de la habitación donde se encontraba él.

Podía notar como sus músculos se flexionaban bajo la camisa, y como su mandíbula se apretaba hasta que aparecían huecos en sus mejillas. Sin embargo, a pesar de su respuesta física sus ojos permanecía siempre cálidos y deseosos al mirarla.

A diferencia de otras veces, Daniel caminó a paso humano a través de la habitación hasta situarse cerca de ella. Examinándola, probándola. Layla lo miró directamente a los ojos, intentando parecer segura y tranquila aunque por dentro sentía como si un huracán hubiera explotado dentro. No tenía miedo a lo que pudiera pasar, no temía dejar su pasado atrás. Sino era la impaciencia precisamente lo que la estaba matando. Lo quería ahora.

-Si te convierto, estarás unida a tu creador para siempre…

-Es lo que quiero- se apresuró a declarar antes de que terminara de hablar.

-…y el vínculo será permanente. Siempre sentirás una conexión especial conmigo.

Mientras ambas voces se mezclaban, Layla tomó las manos de él en las suyas y las situó al rededor de cintura. El leve contacto llevó calor por su cuerpo.
Cuando alzó la mirada, los colmillos de él estaban expuestos bajo los llenos labios. Su expresión era una máscara de concentración, y sus ojos permanecían fijos en sus labios.

-Layla, amor. Siempre sentirás un eco de lo que yo sienta, incluso si alguna vez quisieras separarte de mí…- La última palabra fue pronunciada en un susurro.

Layla se llevó las manos al cabello de forma deliberada y comenzó a desenredar las trenzas, liberando las suaves ondas sobre su espalda. Todo el tiempo sosteniendo la mirada de él. Cuando acabó, juntó todo el pelo a un lado sobre su cuello, dejando el otro extremo de su nuca libre ante la mirada firme de él.

Daniel se lamió los labios de forma casi imperceptible. Casi

-Eso no va a ocurrir nunca.- afirmó ella.

Casi le sorprendió la verdadera comprensión de esas simples palabras, que en este momento significaban tanto. Su vida podía cambiar a partir de esta noche, sin vuelta atrás. Y al comprenderlo, su pecho se llenó de orgullo al darse cuenta, realmente, de la complejidad de sus sentimientos hacia él y de estar lo suficientemente segura como para tomar una decisión que cambiaría el rumbo de su vida de forma irreversible. No es que no hubiera pensado en ello de forma detenida, pero ahora estaba poniendo la cartas sobre la mesa en cuanto a sus sentimientos, y podía ver lo fuertes y seguras que sus cartas se veían. Supo que así tenía que ser. No había otra forma. – Quiero sentir lo que tú sientas en cada momento, y lo único que puede detener mi decisión esta noche, es que tú no quieras hacerlo.

Se quedó callada esperando su respuesta, intentando que su semblante no se perturbara en lo más mínimo aunque sabía muy bien que por dentro las cosas no eran tan fáciles.

-Quiero. Es lo que más deseo, de una manera en la que no creí posible antes de conocerte. Pero a mí nadie me preguntó lo que yo quería para mi vida. Simplemente sucedió, y quiero darte la oportunidad de pensarlo mejor.
Sus últimas palabras se arrastraban roncas y sensuales mientras su voz se volvía ronca. Ella tragó saliva preguntándose cómo proceder.


Daniel

Mientras se movía haca el escritorio, pensaba en la forma en la que le cuello de ella había lucido un segundo antes, tan suave…

Tragó salva mientras se esforzaba por controlarse y centrarse en lo que estaba por hacer. Tomó el abrecartas, mientras pensaba en que nunca imaginó que esta noche utilizaría la hoja para esto.
No pudo evitar sonreír como un idiota mientras caminaba de regreso donde estaba Layla. Ella lo miraba desconcertada sin quitar la mirada de la reluciente hoja que él sostenía.

Tomó con la otra mano la parte superior del cuello de su camisa, rasgando la costura hasta debajo de un tirón, hasta sentir los músculos de su abdomen al desnudo. El sonido de desgarro solo hizo que el silencio del momento se acentuara. La camisa desapareció un segundo después, cayendo en el suelo con un sonido apagado.

Toda su concentración estaba puesta en Layla, y pudo notar desde su vista periférica como las ondulantes velas se agitaban en consecuencia a su propia “agitación interior”.

Vale sí, como sea…

Rápidamente puso más atención en estabilizarlas. Layla era ajena a todo, y él sentía como su mirada estaba tan enfocada en él, que podría haber roto un cristal. Como un grito silencioso. Como querer algo con tanto deseo, que esperas que ocurra en consecuencia a tu ferviente ansia.

Sólo habían transcurrido unos segundos cuando llegó hasta ella. Daniel se sentó en la cama y comenzó a desabrocharse las botas con dedos ágiles. Un momento después se acomodó en el centro de la cama, contra el impresionante cabecero. El abrecartas descansando en su mano.

El silencio se instaló en la habitación, la anticipación flotando espesa. Ambos trabaron sus miradas un momento, sin decir nada.
Pudo oler lo nerviosa que estaba comenzando a sentirse, asique con un gesto la atrajo más cerca mientras decía.

-Ven aquí, mi amor.

-Daniel, ¿Qué vas a hacer con eso?- Ella elevó una ceja. Su voz sonaba suave y controlada pero podía notar la nota de histeria en ella. Sabía que estaba nerviosa, pero deseosa por empezar, y su ansia solo lo hacía sentirse más dichoso.
Y él no podía dejar de sentirse feliz por la elección de ella. Aunque no se lo había dicho con total seguridad, porque aquello podría haber influido en su decisión y esto sería algo que eligiera ella y solo ella.

-Es algo que prefiero mostrarte…


Layla

Es algo que prefiero mostrarte. 
Esas cinco palabras activaron un mecanismo en su cuerpo. De repente lo quería así. Se movió hasta donde estaba él y sus grandes brazos la ciñeron contra su suave pecho. Podía sentir el calor de su cuerpo a través del vestido, y su propio calor interior creció instantáneamente.
Su voz sonó solemne y seria cuando dijo:

-Mereces a alguien mejor. Alguien que pueda darte hijos y una vida diferente – Ella notó como su voz se quebraba hasta ser ronca y muy baja. Sabía que no le resultaba fácil pronunciar las palabras que estaba declarando. Daniel acomodó un mechón de pelo detrás de su oreja mientras la miraba detenidamente. Acarició su hombro y cuello mientras decía -Eres tan hermosa, podrías tener al hombre que quisieras…

Yyyyyyyyyyyyy era su turno para hablar.

-Pero yo no quiero nada de eso. No hay nada que tú no puedas darme o me hayas dado ya. No necesito una familia, si puedo tenerte a ti.

Ni ella misma sabía de donde sacaba la seguridad para seguir insistiendo. Quizás la antigua Layla hubiera pensado que él estaba intentando deshacerse de ella o algo por él estilo. La inseguridad de habría apoderado de ella. Pero no ahora. Ella sabía lo mucho que la amaba. Y podía sentir el deseo fluyendo espeso por su sangre en este momento.

-Te quiero a ti.

Entonces Daniel la atrajo hasta su rostro, pegando sus labios a los de ella en un beso insistente y preliminar. Su boca se movía sensual y exigente contra la de ella.
-Y gracias al cielo por ello, porque no sabría que hacer sin ti- susurró ferozmente mirando sus labios.

Daniel alargó el brazo hasta empuñar nuevamente la hoja afilada y la acercó hasta un lado de su cuello, justo en el lugar exacto donde latía su vena. El color miel de su piel se vio reflejado en la cuchilla.

Ella no pudo evitar jadear al ver la lámina tan cerca de su cuello. Justo cuando alargaba la mano para evitar que hiciera nada temerario, intentó apagar el modo automático de su cerebro, dándose cuenta de que estaba a punto de cortarse para que ella bebiera de él. Detuvo la acción a la vez que él la tranquilizaba con la miraba. Estaba sereno ahora, y completamente preparado. O eso esperaba.

Pero a la hora de la verdad la que sentía ansiedad era ella. Lo miró fijamente, absorbiendo cada detalle y cada movimiento.

Daniel ni siquiera perturbó su expresión al cortar sobre su piel, y la aguda hoja hizo su trabajo eficazmente, abriendo un corte limpio en su yugular.

Tal y como había dicho hacía un momento: Es algo que prefiero mostrarte

Ella trató de no pensar en nada de lo que haría a continuación. Esto era algo que quería probar, sentir su sangre. Aunque no quería admitirlo ni en sus propios pensamientos.

Los diamantinos ojos de Daniel relucían mientras las velas le daban un brillo sobrenatural que no había visto antes.

En el momento en el que ella lo miró, sus colmillos se alargaron y la vista que contempló desde su posición lo hacía verse más hermoso y sexy de lo que lo había visto nunca. Había asumido que estaba en su naturaleza, pero mientras lo miraba ahora, con los refulgentes ojos y los pétreos músculos de su espalda flexionándose mientras la esperaba, sintió que no podía amarlo más de lo que lo hacía ahora.
Layla se acercó al corte preciso en su cuello sin pensar en nada más que el sabor de su sangre. Sin vacilar.

Nada la hubiera podido preparar para lo que sintió cuando su boca saboreó la dulce sangre de Daniel. Espesa como el vino, sintió el poder de su sangre pura recorrer todo su cuerpo. No podía detenerse, ni pensar en otra cosa. El deseo creció dentro de ella mientras una parte de su mente registraba el hecho de que Daniel había dejado caer la cabeza hacia atrás mientras la sujetaba más fuerte contra él, incentivándola.

Mientras un gemido salía de su garganta, sus uñas se clavaron en los hombros de él y bebió con más urgencia. Por más que lo intentaba, no reconocía el característico sabor a cobre. Por el contrario, su sangre dulce la impulsaba a seguir.
Pero algo faltaba. Él no estaba bebiendo de ella, no todavía. En medio del frenesí que la recorría de arriba abajo se las arregló para hablar.

-Daniel, bebe de mí. Déjame alimentarte. Daniel, por fav…

Antes de que terminara de hablar sintió como Daniel tomaba el control de su boca mientras su sangre se mezclaba ahora. La besó apasionadamente y solo cortó el beso para mirarla de manera posesiva pegando sus frentes juntas. 
Sus labios manchados de escarlata se dirigieron hacia su cuello tras unos segundos. Y la urgencia en la respiración de él la hacía querer gritar por ese momento que tanto había esperado y que pensaba, estaba fuera de su alcance.

Layla sintió una presión en el cuello, la cual ignoró. Después del pinchazo vino lo demás. Había asumido que cuando bebiera de ella principalmente le dolería, pero no le importaba porque quería hacerlo. Pero ni en sus mejores sueños hubiera imaginado que, de hecho, fuera algo que se sintiera tan malditamente bien.

Los leves sonidos de succión de Daniel la sumieron en una marea de placer que no conocía y de la que no quería salir nunca, mientras la acomodaba de espaldas sobre la cama. Las frescas sábanas de satén hacían que definitivamente odiara su vestido en ese momento y deseó que Daniel rasgara la tela de un tirón.

Sin embargo, mucho más eficaces que sus atropellados pensamientos, los rápidos y ágiles dedos de Daniel hicieron el trabajo de desabrochar cada botoncito de la parte trasera del vestido en segundos.

Ya comenzaba a sentir el poder que comenzaba a fluir por su cuerpo, y el deseo y el placer se intensificaban con cada minuto que pasaba.
Layla sintió su cómodo peso encima de ella, y no pudo evitar sonreír. Daniel era pura masculinidad mientras la miraban. Entonces la boca de él se dirigió hacía su oído y susurró:

-Déjame amarte.

Casi ni reconoció su voz, tan feliz y completa cuando expresó la única posible respuesta.

-Siempre lo haré.